¿Podría el coronavirus arruinar las enmiendas constitucionales de Putin?
Con decenas de millones de rusos que enfrentan una difícil situación económica, no hay entusiasmo en este momento con respecto a las enmiendas propuestas por el presidente.
El presidente ruso, Vladimir Putin, se maniobró a sí mismo y al Gobierno en una posición de "Zugzwang", un término de ajedrez que denota una situación en la que el rey tiene que moverse, pero no puede, porque cualquier movimiento resultaría en un jaque.
En enero, Putin anunció su apoyo a un cambio constitucional que "restablecería el reloj", dándole el derecho de postularse nuevamente a la presidencia y permanecer allí hasta 2036.
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De cumplirse este objetivo, el mandatario tendría para ese entonces 84 años y se convertiría en el líder más antiguo en la historia de Rusia.
Estas enmiendas propuestas llamaron rápidamente la atención internacional y generaron agitación política extrema, tanto a nivel nacional como internacional.
Pese a que el plan del mandatario fue elaborado cuidadosamente, este se gestó en el peor momento para Rusia, porque se cruzó con la pandemia del coronavirus.
La votación para el cambio constitucional se fijó inicialmente para el 22 de abril pero tuvo que ser pospuesta por la emergencia sanitaria y hasta el momento no se ha anunciado una nueva fecha.
Ahora, todo parece indicar que el virus microscópico podría ser perjudicial para los ambiciosos planes políticos maquinados por Putin, un líder que ha dominado Rusia desde el 2000 y quien busca ser "el protector del país".
La COVID-19 se sumó a las crecientes manifestaciones y la inestabilidad económica, una suma de acontecimientos que pueden llegar a interferir con la imagen y el mito que tanto él como sus aliados políticos han estado reproduciendo durante décadas.
El Kremlin tiene un objetivo interno claro para consolidar la sociedad a través de una apelación sistemática a los valores conservadores tradicionales.
Por lo tanto, los cambios propuestos volverían a reescribir la identidad de Rusia como una nación conservadora basada en valores fundamentales como las familias tradicionales, el respeto a los ancianos, el patriotismo y la religión. Por primera vez desde la caída del Imperio ruso en 1917, la Constitución del país puede incluir una referencia a la religión y a Dios.
Durante años, Putin ha cultivado una imagen conservadora particular para el público ruso, un hombre de "acción" y un guardián patriótico de la historia y los valores del país.
Sin embargo, el brote del coronavirus representa una prueba inesperada para las instituciones y el sistema que Putin ha construido, un sistema que debe enfrentar a más de 220.000 infectados y cerca de 2.100 muertos por COVID-19.
A medida que el caso de infectados confirmados aumenta y se acelera rápidamente en todo el territorio ruso, la COVID-19 ejerce una presión abrumadora sobre las finanzas del Estado, afectadas por la guerra del petróleo y el acuerdo pactado con la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de reducir la producción de este hidrocarburo.
Estas dinámicas recientes podrían sacudir la economía del país, en un momento en que el Gobierno está tratando de pasar de las consideraciones políticas para enmendar la Constitución a frenar la rápida propagación del virus en Rusia.
La nación sigue siendo impulsada económicamente por el petróleo y la combinación de menores precios de este sumada a una menor producción de petróleo probablemente jugará en contra de Rusia y aumentará sus debilidades en la estructura de los mercados petroleros.
Los precios más bajos del petróleo son malas noticias para la economía rusa, ya que afectan no solo el presupuesto diario del Gobierno, sino también los fondos del país, que se han acumulado durante años gracias a los precios estables del petróleo.
El efecto de las cuarentenas: manifestaciones
Moscú y San Petersburgo están bajo cuarentenas. El Kremlin también está presionando a los gobernadores regionales para que adopten medidas más estrictas para controlar la propagación del virus.
Sin embargo, el Gobierno parece haberse olvidado de las pequeñas y medianas empresas, así como de las personas del común, pues su apoyo ha sido poco tangible.
Esta omisión ha servido como catalizador de la ira de los ciudadanos, quienes criticaron fuertemente la falta de apoyo del Estado a la gente común.
Este resentimiento llegó al Internet, manifestándose principalmente en las aplicaciones móviles Yandex.maps y Yandex.navigator. Algunos consideran estas protestas digitales como una amenaza para el régimen, posterior a los planes de Putin.
La primera protesta ocurrió en la ciudad de Rostov del Don cuando la oficina del alcalde de Rostov introdujo cambios en el procedimiento para obtener permisos de viaje.
Ahora los empleadores deben comprar pases de viaje en nombre de sus empleados. Sin embargo, solo hay nueve puntos de distribución para estos pases y se supone que los empleadores deben llamar con anticipación.
Las manifestaciones virtuales se expandieron a otras ciudades rusas. En ellas, los organizadores invitaron a los simpatizantes a enviarles carteles "virtuales" para mostrarlos en vivo durante las protestas.
Dichos manifestantes también esparcieron pines cerca de los edificios del Gobierno con mensajes antigubernamentales y quejas sobre las dificultades en las órdenes de autoaislamiento que iban desde la pérdida de trabajos hasta la no elegibilidad para asistencia social.
Decenas de millones de ciudadanos rusos han perdido todos o parte de sus ingresos, se sienten aislados y no reciben apoyo financiero del centro federal.
La estabilidad económica, una de las principales herramientas de Putin para mantenerse en el poder, se ha arruinado y ha llevado a que se analice a fondo el papel del mandatario.
Así mismo, la confianza en los medios estatales rusos disminuyó sustancialmente. Una encuesta reciente del Centro Levada, una organización de encuestas independiente, encontró que el 59% de los rusos no cree completamente en las cifras oficiales sobre COVID-19.
De esta forma, todo parece indicar que el próximo año el régimen estará en el modo de supervivencia y la gestión de la opinión pública parece ser una de las principales preocupaciones del Gobierno.
Con decenas de millones de rusos que luchan financieramente, en este momento no hay entusiasmo por las enmiendas constitucionales de Putin.